Hace tanto que no escribo acá que no sé bien por dónde empezar. Ayer pensaba en el blog, en ver desde qué fecha me paro para continuar con estos relatos y cacareos por momentos tan fuertes, por otros tan apagados, y resolví que a lo mejor está bien hacerlo desde ahora, como salga.
Hace unos meses, unos cuantos meses, cambiamos de médico. Con mi marido empezamos la búsqueda de nuestro bebé hace más de tres años, convencidos de que quedar embarazados era una cuestión de tiempo (CORTO tiempo) y de nada más, "a divertirse". Pero nos encontramos con que nos costaba, y nos costaba mucho aceptar que nos costaba (al menos a mí). Había algo en mi interior, muy en el fondo, una especie de mandato, norma, o de inflexibilidad muy grande que no me permitía ser infértil o mejor dicho, tener dificultades para concebir (o al menos y siendo positiva, "un poco más de dificultades" que otras mujeres). No me lo podía perdonar, me autoexigía mucho, aun cuando no lo gritara a los cuatro vientos o lo charlara con nadie... Había una Victoria que fajaba con la mente a la otra pobre desgraciada que hacía todo lo que le indicaban y que, sin embargo, no lograba concebir un bebé. Yo sabía que era injusto lo que hacía conmigo, pero se trataba una conducta casi inconsciente y muy difícil de manejar; por eso, al principio me vi envuelta en miles de consultas pedorras en Internet, presuponiendo diagnósticos, inventando etiquetas, especulando sobre cuestiones médicas que no entendía muy bien pero que seguro alguna forista conocía la respuesta.